Lamentablemente, no hay escuelas que enseñen el profesionalismo en el área de la traducción. Se aprende –cuando se aprende– con los propios errores, intercambiando ideas con compañeros y, leyendo los numerosos artículos sobre asuntos profesionales del área.
Compromiso. El traductor profesional asume un compromiso con la traducción, con los plazos y con el cliente. Deja de traducir porque es bonito, porque le interesa, porque es un desafío, para traducir porque asumió este compromiso. Si el texto es pesado, soso, aburrido, o si está con ganas de traducir otra cosa, eso no tiene la más mínima importancia: se sienta y cumple lo prometido.
Plazo. Nada de aquel romanticismo de ponerse a fumar una pipa y ponerse a ver el paisaje por la ventana, esperando inspiración. El profesional tiene más fe en la transpiración que en la inspiración. El texto debe que ser entregado a las cuatro de la tarde del miércoles, así esté lloviendo o haga sol, con o sin inspiración y punto.
Precio. El traductor profesional exige una remuneración por sus servicios y no tiene vergüenza de cobrarla. Tiene su propia tabla de precios. Cuando le piden un servicio, cotiza el precio sin constreñimientos. Cuando le ofrecen un servicio por un precio inferior al de su tarifa, lo recusa, de forma educada pero firme, dejando claro, cuál sería su precio mínimo por el servicio. Y, en cualquier circunstancia, cobra lo máximo que pueda.
Cobro. El profesional informa el plazo de pago y, cuando el cliente no paga dentro del plazo, le cobra perseverantemente al cliente. Y de forma firme. Nada de decir: Estoy necesitando el dinero. Si lo está necesita o no, es algo indiferente: Si entregó el trabajo dentro del plazo establecido, lo justo es recibir el pago puntualmente.
Acuerdo previo. Todo es acordado con anticipación: tipo de servicio, forma de entrega, plazo de entrega, precio, forma de cobro y pago (factura, recibo de honorarios profesionales... depósito en cuenta, cheque, etc.), plazo de pago. Todo por escrito. Y sólo empieza el servicio cuando esté todo bien definido y el cliente haya confirmado que está de acuerdo, por E-mail o fax. Si cambian las especificaciones del servicio, cambia el precio. Tenemos unas alteraciones, ¿las puede hacer? ¡Claro que sí! Pero esto tiene un precio, porque el precio cotizado era por el trabajo inicial.
Establecimiento. El profesional se establece como manda la ley, o como autónomo o como persona jurídica. El traductor profesional no da facturas de terceros, no necesita buscar exclusivamente servicios que pueda hacer "sin factura".
Busca constantemente nuevas oportunidades. El profesional no se queda esperando que el servicio le caiga del cielo: Las busca constantemente, hasta estar totalmente ocupado. En ese momento, empieza a rechazar los servicios de los clientes que le pagan menos, de los más pesados.
Calidad. El Profesional lucha por la calidad. No existe la traducción perfecta y siempre existe algo de subjetivo en las evaluaciones. Pero, asimismo, el traductor trata de establecer un concepto de calidad y de mantener su calidad en el más alto nivel posible.
Conocimiento de las propias limitaciones. El traductor informa claramente cuando el trabajo está más allá de su capacidad. Ej.: No traduzco medicina. No logro traducir 18000 palabras hasta el viernes.
Compromiso con el lector. El traductor profesional insiste determinadamente en prestar siempre el mejor servicio posible. Sin importar el precio, el asunto, el cliente: Si aceptó hacer el servicio, tiene que esmerarse. El profesional debe tener un compromiso con el lector y el lector no tiene la culpa si el cliente es corto de entendimiento, si el pago es poco, si el plazo es corto, si el texto es aburrido. El lector es inocente en todo eso y no puede pagar por un crimen que no cometió.
Ser profesional no es fácil. No todos lo logran.
Autor: Danilo Nogueira
Traducción y adaptación: Víctor Gonzales
Fuente: Librería SBS
La formidable crisis del hombre, esta crisis total, está sirviendo al menos para reconsiderar los modelos. Y no es casualidad que en diferentes partes del mundo empiece a reivindicarse otro tipo de socialismo, más cercano a aquel que preconizaba Proudhon, o al que en nuestros tiempos han sostenido espíritus nobles y lúcidos como Mounier, entre los cristianos y Bertrand Russell, entre los agnósticos. [...] Un socialismo que respete la persona, que termine con la alienación y la sociedad de consumo, que termine con la miseria física pero también con la espiritual, que ponga la técnica y la ciencia al servicio del hombre y no, como está sucediendo, el hombre al servicio de aquellas. Un socialismo descentralizado que evite los pavorosos males del superestado, de la policía secreta y de los campos de concentración [...]
Ernesto Sabato (Rojas, Provincia de Buenos Aires; 24 de junio de 1911) es un escritor, ensayista, físico (retirado) y pintor aficionado argentino. Ha escrito tres novelas, El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, así como diferentes ensayos sobre la condición humana.
Hoy vive en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires, donde se dedica exclusivamente a la pintura, puesto que, por prescripción médica, se le ha prohibido escribir y leer.